Me voy a centrar en los niños y niñas de 5-6 años para hacer
la adaptación, aunque creo que la historia está pensada para niños más mayores,
del tercer ciclo de Educación Primaria ya que son capaces de comprender
numerosas cosas que se parecen a la realidad en la que vivimos.
“ISABELLA Y LOS SIETE CABALLEROS”
Érase una vez un Reino al sur de España, situado en una zona con muchas
montañas y grandes bosques, en la cordillera de Sierra Morena. En este Reino,
como en todos los reinos, había un rey y una reina, que tenían una hija, la
princesa Isabella. Al poco tiempo de nacer, la reina se puso muy enferma y
murió. Esto hizo que el rey estuviera muy triste durante los primeros años,
pues era la persona más importante que hasta ese momento tenía en su vida,
junto con su hija, a la que tendría que sacar adelante sólo a pesar de tener
criados, ayudantes y personas de confianza en el Reino. También convivían con
magos, brujos y hechiceros, los cuales se ocupaban siempre de protegerlo.
El rey, cuando Isabella fue creciendo, decidió que era el
momento de regalarle un colgante que siempre llevaba su madre en el cuello con
una foto y después le dijo: “Toma hija mía, acuérdate de llevar esto siempre
contigo porque, pase lo que pase, te protegerá. Nunca olvides quién eres”.
Un día, por los jardines del Reino, paseaba una mujer muy
bella llamada Anastasia que, aparentemente, era muy agradable. El rey cuando la
vio no dudó en interesarse por conocerla y, al poco tiempo, se casó con ella.
Empezaron a vivir una nueva vida y ésta parecía querer mucho a la pequeña
Isabella.
Isabella era muy guapa, agradable, dulce, risueña. Todo el
pueblo la quería mucho, pues se portaba muy bien con los demás y les ayudaba
siempre que podía. Esto, como es habitual, no le hacía ninguna gracia a su
madrastra y empezó a tenerla mucha, mucha envidia. Así, cada día que pasaba la
quería menos, y decidió trazar un plan para deshacerse de ella.
Cuando Anastasia tuvo todo pensado, llamó a uno de los hechiceros
del Reino para que se la llevara muy lejos, más allá de las montañas y los
grandes bosques y así, la hiciera un conjuro para convertirla en rana y que no
pudiera regresar jamás. De esta manera, tendría vía libre para quedarse con todo lo que le pertenecía a la princesa y, más adelante, intentaría conseguir el poder de todo el Reino deshaciéndose también del rey.
Isabella, que era muy inocente y también algo curiosa, se
fue con el hechicero que conocía desde que nació, el cual la engañó y le dijo
que la iba a enseñar un hechizo muy valioso e importante para ella. Pero, al
adentrarse en un lugar muy oscuro, empezó a inquietarse. Entonces le preguntó: “¿Qué
hacemos aquí, Peter? Tengo frío y estoy asustada”.
Peter, que en realidad la tenía mucho cariño por lo buena
que era, empezó a sentirse mal por lo que iba a hacer a petición de la
madrastra. Así que, como vio que no era capaz de hacer el hechizo, se lo pensó
dos veces y la dijo: “¡Huye, tienes que irte, vamos, corre! Si no, tu madrastra
irá a por ti y te matará. Y por favor, no vuelvas nunca, sé que serás capaz de
buscarte una vida tú sola.” Isabella muy triste, sorprendida, asustada,
desconcertada y con lágrimas en la cara dijo: “¿Pero por qué? No quiero irme…
Mi padre se preocupará mucho por mí y además, ¿A dónde iré?” Peter, el
hechicero exclamó: “¡No hagas preguntas, eres valiente, esto será lo mejor para
ti y para tu padre que siempre te querrá!”.
Isabella muy triste, empezó a correr y a correr, sin saber a
dónde ir. Se oían aullidos a lo lejos pero ni siquiera tenía miedo, pues en ese
momento lo único que pasaba por su cabeza era lo que sentiría su padre al ver
que ella no regresaría más. ¿Le daría por muerta? ¿Por desaparecida? ¿Creería
que se habría escapado? ¿Se trataría de un secuestro?... Tantas y tantas
preguntas que no podría resolver…
De repente, encontró una pequeña casa de madera, sin puertas
ni ventanas. La princesa tenía mucho frío y decidió meterse allí. “¿Hola?, ¿hay
alguien?” Nadie contestó. Miró para un lado y para el otro, pues aparte de
sueño, tenía mucha hambre. No había nada para comer, así que salió fuera en
busca de algo de comida y, según iba caminando por los alrededores, vio un
caballo blanco atado con una cuerda a un tronco de un castaño.
Isabella se quedó sorprendida, pues sabía que ese caballo
tan bonito debía de ser de algún hombre que viviera por allí. Antes de
acercarse, decidió buscar algunas frutas para poder comer y, como era muy
curiosa, sentarse junto al caballo y merodear por ahí.
Fue pasando el tiempo y cada vez estaba todo más oscuro, así
que, en vez de volver a la casa que había visto antes, se acurrucó junto al
caballo para no estar sola y se echó por encima una manta. Estaba demasiado
cansada, necesitaba dormir un poco.
Cuando la princesa estaba profundamente dormida, apareció un
caballero muy apuesto, alto, fuerte, con una capa roja de terciopelo, pelo
oscuro y algo rizado, que llevaba una espada colgada a la izquierda de su traje.
Isabella, al oír los ruidos del caballero al andar, se despertó y dio un grito
al verle: “Aahhh… ¡No me hagas daño, por favor, no estoy armada!” Entonces, el
caballero contestó: “¿Quién eres?, ¿qué haces aquí, con mi caballo?” y ella le
dijo: “Lo siento Señor, me llamo Isabella y no tengo dónde ir, al oír los
aullidos me asusté mucho y no quería estar sola”. El misterioso caballero le dijo
entonces: “¿No tienes dónde ir? Puedes venirte conmigo si quieres, vivo con mis
seis hermanos en esa casa de madera que hay allí, pasarás la noche con nosotros
y mañana ya veremos, pues no son horas para que camines sola.” La princesa
accedió y se fue con él.
“Pasa y te presento a mis hermanos” le dijo el caballero con
amabilidad y, una vez dentro, subieron unas escaleras que estaban por detrás de
la casa y que la princesa no había visto antes. “Estos son Alberto, Alejandro,
Alonso, Álvaro, Andrés y Antonio… Yo soy Arturo”. Todos se parecían a él, unos
más altos y otros más bajos, fuertes en su mayoría, con espada en el lado
izquierdo del traje y todos la miraban con cara de sorpresa. En ese mismo
momento, tras las presentaciones, empezaron a agobiarla con las típicas preguntas…
“¿Quién eres?, ¿de dónde vienes?, ¿qué hacías sola durmiendo en medio del
bosque?, ¿a dónde vas?, ¿cómo has llegado hasta aquí?, ¿cuál es tu nombre? Ella,
que no tenía confianza en los siete caballeros, decidió inventarse la respuesta
a las preguntas que le hacían, excepto el nombre. “Me llamo Isabella, vivo
cerca de las montañas, con mis padres y mis dos hermanos. Me mandaron a casa de
un familiar cercano, mi primo Sebastián. Quieren que le ayude trabajando en el
campo pero me he desorientado y he acabado perdida así que, no sé cómo llegar”.
Ellos, mirándose con cara de extrañeza pero confiando en la
joven Isabella, decidieron hacer un trato con ella. “Si prometes guardar
nuestro gran secreto, te dejaremos quedarte con nosotros aquí, a cambio de que
nos ayudes a cocinar, limpiar y colaborar en lo que te digamos. Es muy
importante que no digas nada y que no intentes escapar una vez que sepas
nuestro secreto, así que en tus manos está, piénsatelo bien antes de contestar.
Aquí estarás a salvo, te cuidaremos, te daremos comida y tendrás una cama muy
cómoda para dormir.” La princesa, que realmente no tenía dónde ir, pensó que
nada podía ser peor que estar por ahí sola, sin nadie con quién vivir y
compartir su vida, sin dinero ni comida. Así que, decidió aceptar el trato y
escuchar atentamente lo que los siete caballeros le iban a decir.
“Somos siete falsos caballeros, nos dedicamos a saquear los
carruajes que pasan por los largos caminos porque pertenecen a personas muy
ricas cercanas al rey. Vamos de cueva en cueva guardando las riquezas que
conseguimos y luego, las traemos aquí. Con eso tenemos lo necesario para vivir
sin preocupaciones, y además ayudamos a la gente que lo necesita sin pedirles
nada a cambio.” Dijo Arturo. Entonces, el segundo más pequeño de los hermanos,
Alberto, afirmó: “Una vez fuimos al Reino y nadie nos quiso ayudar dándonos
alimentos, no teníamos nada, malvivíamos. Una señora que decía ser la reina,
nos echó a patadas de allí.” Alejandro, el más rencoroso de todos, dijo:
“Además, estábamos cansados de que las personas cercanas al rey nos miraran por
encima del hombro, nos insultaran y se rieran de nosotros, cómo si nosotros no
tuviéramos derecho a vivir.”
Isabella estaba estupefacta con lo que oía por boca de esos
siete hombres. Ella sabía que su padre era un hombre bueno, pero que la reina
era la que se portaba mal con todo el mundo. Aun así ella había hecho un trato
y además, se quería vengar de su madrastra. Sabía que los siete caballeros no
eran malos, pero que necesitaban buscarse la vida de alguna manera.
Pasaron los años y la princesa, obviamente mucho más mayor,
aprendió todo lo que los caballeros le habían enseñado. Ella cocinaba,
limpiaba, les lavaba la ropa, cosía, curaba sus heridas e incluso les ayudaba a
saquear esos carruajes llenos de riqueza de vez en cuando. Los hermanos querían
mucho a Isabella, era una más en esa pequeña familia. Empezaron las miradas de
complicidad, los piques entre hermanos… Y Arturo, el caballero más guapo,
inteligente, valiente y hábil que la encontró aquella vez en el bosque, se
había enamorado de ella así que, le molestaba que sus hermanos fueran demasiado
cariñosos. “¿Qué pasa?, ¿qué te gusta? Bueno, ¿qué pregunta es esa?, sé
perfectamente que te gusta, te gusta, te gusta…” Dijo Alonso, el hermano más
chinche. “Cállate, a partir de ahora quiero que Isabella sea para ti y para los
demás como una hermana.” Le dijo Arturo.
Un día, los siete hermanos salieron a robar como cada vez a
los famosos carruajes del Reino pero, tras un desafortunado altercado, solo regresaron
dos de ellos heridos y muy tristes a la hora del almuerzo.
“¿Qué ha pasado?, ¿por qué habéis tardado tanto? Y… ¿Dónde
está el resto?” Preguntó Isabella muy nerviosa y preocupada al ver el aspecto
de Andrés y de Antonio. “¡Nos han tendido una trampa! Cuando intentábamos
saquear uno de los carruajes, han aparecido otros dos preparados para atacar.
El resultado ha sido la detención de Arturo, Álvaro, Alberto, Alejandro y
Alonso… Les van a juzgar en la plaza principal del Reino, mañana al amanecer y seguramente les destierren a otro lugar, muy lejos de aquí. Nosotros hemos podido escapar.”
Isabella, sin decir ni una palabra, salió corriendo de la casa, se montó en el caballo blanco de Arturo y se fue al galope. Sabía de sobra lo que iba a hacer. Galopó durante casi una hora a toda velocidad, hasta que llegó al Reino de su padre. Primeramente intentó entrar por la puerta principal y los guardias no la dejaron. Al ver que no iba a poder entrar tan fácilmente a ver a su padre, decidió montar un escándalo tirándoles piedras, arena e incluso destrozando las plantas tan bien cuidadas que estaban alrededor. Sabía que el rey se encargaría personalmente de castigar a todas las personas que realizaban actos de vandalismo en el Reino y por eso decidió que sería la única manera posible de comunicarse con él.
Pasado un rato, los guardias llevaron a la muchacha hasta el rey y la obligaron a arrodillarse ante él. Isabella levantó la cabeza y vio a su padre, mucho más viejo, con los ojos reflejando una gran tristeza y la mirada algo perdida. Llevaba mucho tiempo sin verle, casi seis años habían pasado desde la última vez.
“¿No me reconocéis, Padre?” El rey se quedo boquiabierto. “¡No puede ser!” Exclamó. “Mi hija murió hace mucho tiempo, ¡no te permito que digas eso!” Y dio un fuerte golpe en su trono. Entonces, Isabella sacó el colgante que le había dado su padre cuando era pequeña y se lo enseñó. “¿Lo recuerda, Padre? Jamás he olvidado quién soy.” El rey se levantó de su asiento y se acercó a la princesa. Puso las manos en su cara y unas lágrimas salieron de sus ojos. “Hija mía, ¿dónde has estado?, ¿por qué te fuiste? Pensé que habías muerto. El corazón de Isabella empezó a latir con mucha intensidad y sin decir ni una palabra abrazó a su padre con mucha fuerza. Entonces le contó todo lo que había pasado y le dijo que se tuvo que separar de él por culpa de Anastasia. Luego, muy alterada le explicó lo que había ocurrido con los siete caballeros que le habían cuidado durante todo ese tiempo y que cinco de ellos iban a ser juzgados al día siguiente, justo al amanecer.
El rey muy enfurecido mandó a todos los soldados de su confianza a liberar a los “caballeros”, pues quería hablar con ellos y, además de agradecerles todos sus cuidados hacia su hija, ofrecerles trabajo en el Reino. Después mandó capturar a Anastasia para castigarla enviándola a una cárcel a las afueras, más allá de las montañas y los grandes bosques, donde tendría que pasar el resto de sus días por lo mala que había sido y lo infeliz que le había hecho sentir desde que perdió a su hija.
Cuando tuvo delante a los siete hombres, les nombró caballeros y les dio dinero y tierras por todo lo que habían hecho. También les hizo un hueco en el Reino para que vivieran allí, con todo tipo de lujos. Pero… Arturo no se conformaba con todo eso. Arturo quería casarse con Isabella. Así que, le dijo al rey que lo único que le podía hacer feliz en la vida era tomar como esposa a su hija. El rey aceptó encantado y con mucha alegría les dio sus bendiciones. Así, fueron felices y pasaron los mejores años de su historia.
Isabella, sin decir ni una palabra, salió corriendo de la casa, se montó en el caballo blanco de Arturo y se fue al galope. Sabía de sobra lo que iba a hacer. Galopó durante casi una hora a toda velocidad, hasta que llegó al Reino de su padre. Primeramente intentó entrar por la puerta principal y los guardias no la dejaron. Al ver que no iba a poder entrar tan fácilmente a ver a su padre, decidió montar un escándalo tirándoles piedras, arena e incluso destrozando las plantas tan bien cuidadas que estaban alrededor. Sabía que el rey se encargaría personalmente de castigar a todas las personas que realizaban actos de vandalismo en el Reino y por eso decidió que sería la única manera posible de comunicarse con él.
Pasado un rato, los guardias llevaron a la muchacha hasta el rey y la obligaron a arrodillarse ante él. Isabella levantó la cabeza y vio a su padre, mucho más viejo, con los ojos reflejando una gran tristeza y la mirada algo perdida. Llevaba mucho tiempo sin verle, casi seis años habían pasado desde la última vez.
“¿No me reconocéis, Padre?” El rey se quedo boquiabierto. “¡No puede ser!” Exclamó. “Mi hija murió hace mucho tiempo, ¡no te permito que digas eso!” Y dio un fuerte golpe en su trono. Entonces, Isabella sacó el colgante que le había dado su padre cuando era pequeña y se lo enseñó. “¿Lo recuerda, Padre? Jamás he olvidado quién soy.” El rey se levantó de su asiento y se acercó a la princesa. Puso las manos en su cara y unas lágrimas salieron de sus ojos. “Hija mía, ¿dónde has estado?, ¿por qué te fuiste? Pensé que habías muerto. El corazón de Isabella empezó a latir con mucha intensidad y sin decir ni una palabra abrazó a su padre con mucha fuerza. Entonces le contó todo lo que había pasado y le dijo que se tuvo que separar de él por culpa de Anastasia. Luego, muy alterada le explicó lo que había ocurrido con los siete caballeros que le habían cuidado durante todo ese tiempo y que cinco de ellos iban a ser juzgados al día siguiente, justo al amanecer.
El rey muy enfurecido mandó a todos los soldados de su confianza a liberar a los “caballeros”, pues quería hablar con ellos y, además de agradecerles todos sus cuidados hacia su hija, ofrecerles trabajo en el Reino. Después mandó capturar a Anastasia para castigarla enviándola a una cárcel a las afueras, más allá de las montañas y los grandes bosques, donde tendría que pasar el resto de sus días por lo mala que había sido y lo infeliz que le había hecho sentir desde que perdió a su hija.
Cuando tuvo delante a los siete hombres, les nombró caballeros y les dio dinero y tierras por todo lo que habían hecho. También les hizo un hueco en el Reino para que vivieran allí, con todo tipo de lujos. Pero… Arturo no se conformaba con todo eso. Arturo quería casarse con Isabella. Así que, le dijo al rey que lo único que le podía hacer feliz en la vida era tomar como esposa a su hija. El rey aceptó encantado y con mucha alegría les dio sus bendiciones. Así, fueron felices y pasaron los mejores años de su historia.
Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
Justificación y explicación de la adaptación:
Personajes adaptados:
Princesa Rosalinda: Isabella
Madrastra: Anastasia
Soldado: Hechicero Peter
Los siete bandoleros: Los siete falsos caballeros
Como he dicho al principio de la actividad, he adaptado la
historia para niños y niñas de 5-6 años, ya que creo que al pertenecer a la
última etapa de Educación Infantil, tienen un vocabulario más amplio y
entienden mejor lo que quieren decir las cosas. En este período, suelen
preguntar para informarse, pues realmente quieren saber. Además, son capaces de
preguntar el significado de una palabra si no la entienden, escuchan detalles
que les llaman la atención, formulan preguntas con sentido y llaman a todos por
su nombre. También aumenta notablemente su capacidad de atención, por lo que
pueden permanecer haciendo una misma actividad durante al menos 45 minutos.
Además, diferencian entre realidad y fantasía. Siguen la trama de un cuento y
pueden repetir con precisión una secuencia de hechos.
Como podemos observar en los apuntes de la profesora, una de
las cosas más importantes en este período que debemos tener en cuenta, es a lo que Karl Bühler llama “edad de los
cuentos”, aquélla en que la fantasía es parte de la realidad.
Creo que al usar vocabulario perteneciente a la Edad Media,
como los caballeros, los criados, los reyes, las princesas, el Reino… Hace que
se interesen más por la historia y les entre esa curiosidad que les define,
pues a esta edad ya han trabajado probablemente en el aula con cosas
relacionadas con este tema e incluso al ver dibujos animados en la televisión y
películas en el cine.
Algunas adaptaciones a tener en cuenta:
- He
querido cambiar la manera en que la madre de la princesa Isabella muere, pues
creo que contárles a los niños y niñas que murió en un parto es más complicado
de entender que decirles que murió de una fuerte enfermedad.
- He resaltado
la manera en que Isabella se dirige a su padre, tratándole siempre de usted, ya
que el lenguaje tiene que ser adecuado a las costumbres de esa otra época.
- El rey
conoce a la madrastra en los jardines del reino, mientras pasea. Ésta ya tiene
malas intenciones desde el principio aunque quiera esconderlas.
- En la
historia de “la princesa y los siete bandoleros”, la madrastra manda matar a la
princesa a través de un soldado que debe despeñarla por una montaña. He
preferido que sea un hechicero el que hiciera el trabajo sucio, pues los niños
y niñas en este período de edad tienen mucho interés por la fantasía, la magia,
los poderes, los personajes fantásticos… Además rebosa su imaginación.
- La
madrastra no sólo quiere matar a la princesa como en la historia original, sino
que también quiere deshacerse del rey para tener ella todo el poder.
- Los
siete bandoleros son siete falsos caballeros que están intentando vengarse de
la gente que pertenece al círculo de confianza del rey. Creen que son todos
como la madrastra, la cual no les quiso ayudar cuando pidieron ayuda en el
Reino.
- He
añadido la figura del caballo blanco, tan característica de los caballeros de
esa época.
- El refugio
de los siete hermanos está mucho más elaborado, viven en una casa en mitad del
bosque pero aun así van de cueva en cueva guardando las riquezas que saquean
por el camino para luego repartirlas a las personas que lo necesitan, además de
esconder una parte para ellos mismos.
- Como
buenos caballeros, no llevan pistolas como los bandoleros, si no que hacen uso
de sus famosas espadas.
- Robaban exclusivamente carruajes de las personas ricas del Reino.
- Los
siete caballeros, como he dicho anteriormente, no se dedican solo a robar sino
que intentan ayudar a todas aquellas personas que lo necesitan y cuidando a los
más débiles porque se sienten identificados con ellos.
- La
manera en que la protagonista consigue ver a su padre es muy diferente a la de
la historia original. Ésta hace actos vandálicos para conseguir que la
castiguen y así entrar al Reino y hablar con su padre.
- La
figura del colgante para que el rey reconozca a su hija Isabella es otra de las
cosas que me ha parecido interesante añadir al cuento.
- Los personajes son perdonados por el rey y les da dinero y tierras además de nombrarles caballeros de verdad.
- Los personajes son perdonados por el rey y les da dinero y tierras además de nombrarles caballeros de verdad.
- He preferido decir que a los caballeros les juzgarían en la plaza del Reino e intuyendo que les desterrarían de ese lugar a otro mucho más lejano, para excluir un tema tan violento como la horca.
WEBGRAFÍA:
http://www.educacioninicial.com/ei/contenidos/00/0500/535.ASP
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http://micorazondetiza.com/blog/caracteristicas-evolutivas-en-ninos-de-5-anos
OTROS:
Grabación del cuento “La princesa y los siete bandoleros” narrado en clase por la profesora y apuntes proporcionados por la misma.
OTROS:
Grabación del cuento “La princesa y los siete bandoleros” narrado en clase por la profesora y apuntes proporcionados por la misma.
¡Hola Ainhoa! Me ha gustado mucho tu adaptación del cuento. Creo que has conseguido reflejar los objetivos propuestos por Irune. Tu adaptación desde mi punto de vista seria correcta para la edad que has fijado. Los cambios que has introducido han sido correctos para que los niños lo puedan entender mejor, como por ejemplo la muerte de la madre, o al incluir lo del colgante que hace que el padre la reconozca. En general muy buen trabajo, felicidades =)
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, guapa :)
EliminarCoincido contigo, Paola.
EliminarAinhoa, enhorabuena!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu adaptación. Refleja muy bien todos los elementos de la historia original, me ha gustado mucho los elementos mágicos de la historia y creo que esta muy redactada.
Felicidades
Carmen
Muchísimas gracias, Carmen :)
EliminarCompletamente de acuerdo, Carmen.
EliminarAinhoa, me parece que has hecho una correcta adaptación, has mantenido el esqueleto de la historia contada por la profesora, y has creado una historia llena de detalles que hace que los niños se enganchen. Enhorabuena. un beso
ResponderEliminarGracias, gordi =D
EliminarTambién estoy de acuerdo contigo, Diana.
EliminarPerfecto, Ainhoa, pero cambia el título porque no es un análisis mejorado sino una adaptación.
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